miércoles, 25 de junio de 2008

La ley del tordo: las patas flacas y el culo gordo


No se trata de comer menos sino de gastar más energía...
Me ha resultado muy gracioso ver esta viñeta en flapa ya que es un fiel reflejo de la realidad. En mi opinión, en el problema de la obesidad infantil tiene mucho más peso (y nunca mejor dicho) el sedentarismo al que los “padres-protectores-obsesivos-compulsivos” someten a los niños. A diferencia de los niños de ahora, los que purgamos nuestros pecados con la reforma educativa de Villar-Palasí sufrimos horarios de 8 a 5 (no como ahora de 9 a 1 para que no se cansen los probrecitos), clases de gimnasia en las que se saltaba el plinto (nada de mierdas de expresión corporal), clases extraescolares de idiomas (no peninsulares), equipos deportivos (sin usar la playstation), excursiones en las que te soltaban en una campa de la sierra para jugar al fútbol y pasar frío (no existían los parques temáticos), campamentos de verano (en lugar de esclavizar a los abuelos)… Lo mejor de todo es que comíamos todo tipo de mierdas: bocadillos de Tulicrem, bollicaos tan grasientos que se podía distinguir la cara de Butragueño dentro del sobre del cromo, pan con chocolate, galletas maría untadas con mantequilla, mortadela de Popeye, sobres de petazetas y un largo etcétera de delicias culinarias infantiles. En su lugar a los niños de hoy les atiborran con actimeles que hacen más vaga su flora intestinal mientras que su actividad física tiende a cero (si has estudiado matemáticas en la ESO es probable que no entiendas esta expresión). Resultado: cada vez hay más niños gordos “por culpa del metabolismo” o “por tener una constitución fuerte”, menos mal que aún no ha desaparecido la crueldad infantil que mantiene algo a raya a los que se salen de lo normal.

Nota: mi infancia fue especialmente dura ya que para comer todas las guarrerias que describo tuve que esquivar un ferreo embargo materno digno de la 12ª SS División Panzer Hitlerjugend, aunque esto hacia que los bollos pagados con el dinero que me daba mi abuelo bajo cuerda me supiesen mejor.


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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola! Soy Astracán, de flapa.es :)

Has retratado perfectamente lo que queríamos expresar con la viñeta. Cuando éramos unos chinorris nos daban un phosquito, un tigretón o lo que fuera y nos echaban a correr al campo, como digo yo. Y éramos la mar de felices. Interactuábamos más con la gente.

Yo tuve la suerte de ser monitor en una escuela de verano y era muy triste ver, por ejemplo, como los niños eran unos putos sollos y no sabían siquiera jugar al cielo cielito voy, al coger o cualquier cosa que implicara ejercicio físico.

Eso sí, te podían contar las evoluciones de todos los pokemon esos. Manda huevos.

¡Un abrazo y enhorabuena por el artículo! Lo has clavado :)

Juan de Padilla dijo...

Tú el Pronto y yo el paño...